Somos Del Color Que No Puedes Ver

Saturday, February 10, 2007

Improvisacion


Tocar un sentimiento dormido de niñez de nuevo, gracias a una danza inventada para acallar las voces molestas del ego. Entrar sin miedo a la dimensión espiritual donde la seguridad del amor reside haciendo mimos al corazón material y enérgico con el que fuimos dotados para respirar.
Un momento más, otro más. Comprensión de mis antecesores beat y su interiorización en las prácticas zen del dharma y el jazz. Ofrendo cada palabra a mi Dios no materializado, igual que cada momento en el que vivo y siento que respiro y me siento llenar todos los espacios de la carne gracias al movimiento constante del viento. Un momento, un respiro; es todo movimiento y algo no materializado. Se repite el momento, igual que el respiro. Se repite el día en que un hombre despertó del sueño gris de la cotidianidad de los últimos dos siglos, se repite el día en que el hombre descubrió un Amor supremo por solo mirar a los astros del cielo.
Fumo cigarrillos y se que no debo, igual que no debo ingerir cerveza, vino tinto, fernet; gracias a eso bajan mis niveles de vibración energético y pierdo contacto con la fuente superior, pero al estar inmerso en esta forma social (de salir y destruir el cuerpo para cerrar toda la percepción a las energías que nacen en el silencio) por los veinte años que tengo de mi ultima forma humana me es extremadamente difícil quebrar estos mandatos socio-culturales de esta forma inconclusa de humanidad. Deseo romper los hábitos destructivos o adaptarlos a formas que no duelan a las tres de la tarde cuando despierte en la cama aturdido por el ruido de una orquesta invisible detrás de mis dos ojos violetaceos. Me duele el cuerpo por el desorden del espíritu y los pensamientos abstractos, deseo mas amigos; no deseo nada solo mi propia paz interior para lograr mis cometidos de amor y evolución ante una pequeña humanidad corrompida por el brillo de los sentidos materiales. Deseo ser niño de nuevo y ver cosas que no hay y ser libre para jugar sin tener necesidad de responsabilidades auto impuestas por el jinete del cuerpo donde hoy duermo.
Y si me pudiera despojar de todas las palabras que conforman a mi yo terrenal en un soplido de improvisación angelical y dejar que el espíritu llene mi cuerpo y aceptar que soy la presencia unificada del espíritu?
Sería el hombre más feliz que hoy habita la nave tierra.

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